«Izhar» vuelve a la carga con las casas presuntamente “ilegales” construidas con la permisividad de su comandante y su séquito mientras campaban a sus anchas en el reinado de Gaucín.
Su gran defecto, sin duda malintencionado y propio de su ya conocida cualidad de mentiroso compulsivo, es que no coloca la lupa a la distancia adecuada, ve solo lo que le interesa, si enfocase la lente, leería también la letra pequeña, aquella que encuadran todas sus denuncias en las fechas que, los ahora condenables, “gobernaban” con ese método tan peculiar y propio de la picaresca del Lazarillo de Tormes en la aventura de las uvas.
Podría preguntar a su comandante por qué, cuando se construían esas casas, ahora parece ser que “ilegales”, no dio la responsable y obligada orden de pararlas, seguramente porque mientras otro se comía las uvas de dos en dos, ellos se las estaban comiendo de tres en tres, y ahora que no hay uvas queremos entrar en la viña de los demás.
Además, ya puesto a denunciar, debería usar el gran angular (que sin duda habrá reclutado mientras “dirigía el medio”) en vez del micro, porque desde el mismo prisma que retrata encuadraría muchas mas construcciones ilegales, solo que en este caso salpicarían a su séquito y allegados, claro que probablemente eso no le interese, vaya que los escasos aplausos que le quedan se le conviertan en “tortas”.
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